jueves, septiembre 28, 2006

El maravilloso mundo de las maravillas

I
Puede parecer extraño, pero creo que no soy de aquí. Siento que soy un personaje de un cuento o una novela y que alguien ha querido y me ha puesto aquí. No me atrevería a decir que mi autor me jugó una broma y me sacó de mi historia, pues ni siquiera estoy seguro de ser un personaje, pero de que me siento ajeno a mi vida, me siento ajeno a ella.
Un día hablé de esto con Jorge, mi "mejor amigo". Me envió al psicólogo. Y yo, impulsado por lo que llamaría "el deseo de mi escritor" fui al famoso psicólogo. Dijo que estaba alienado, que le pasaba a mucha gente de mi edad y me recomendó tomarme un tiempo para relajarme, que lo que tenía era el típico estrés. Pamplinas! si estuviera estresado pertenecería a este mundo, y estoy casi convencido de que no pertenezco a él.
Un día tuve un sueño en el que me veía volando por sobre la ciudad, sin alas ni aviones, mi cuerpo flotaba como por arte de magia. Cuando desperté estaba en el balcón de mi departamento a punto de saltar, pero como si una mano me sostuviera, mi cuerpo se alejó del peligro. Y así quieren que no dude de mi origen...
Como nadie me apoyaba, comprendí que lo mejor era emprender este viaje yo sólo, y, así como Don Quijote, emprendí mi travesía por mis pensamientos locos. Eso! quizás soy don Quijote! o una versión de él!, pero no tengo caballo, ni dulcinea ni un escudero... no, no soy don Quijote, ¡Ni siquiera tengo bigote!
Así comencé a investigar, primero en mí mismo, y descubrí muchas cosas: No sé quien soy, a dónde voy, ni cual es mi misión en esta vida.
Quizás y en realidad ni siquiera existo!, finalmente qué mas son la existencia y la vida que pensamientos que nacen y mueren? Ahí está! soy un filósofo! quizás no de los grandes como Sócrates, pero filosofeo; él decía "sólo sé que nada sé", y yo sé que no soy, con eso ya le gano.
II
Son las seis de la tarde y vengo de ir a trabajar. La gente en el banco es muy cómica, es irónico, pero los veo a todos, y a cada uno de ellos como un personaje de una historia que alguien decidió escribir, sus palabras suenan sobreactuadas a mis oídos, y cada día parece más una presentación teatral. Si lo que se suponía real lo veo así, debería ir a dar una vuelta al teatro, quizá ahí encuentre lo que ando buscando.
Entre la gente del público sigo viendo marionetas, pero al fin se abre el telón. Salen los actores, pero no son actores, son personas, son normales, no son sólo personajes, puedo ver en ellos lo que nunca pude ver en mí. ¿Qué está ocurriendo? esto es como ver la vida desde adentro de un espejo, y no me simpatiza mucho lo que veo. Así que mejor me voy a mi casa.
Pero algo me detuvo, una pequeña luz en el corredor, era algo como una luciérnaga, me acerqué y casi morí de la emoción. ¡Era un hada! Me pidió que la siguiera, y llegamos al baño del teatro, yo esperaba que en ese lugar "Campanita" me diera las respuestas que yo buscaba. En vez de eso abrió la puerta de una de las casetas y me dijo que entrara allí. Ya no me estaba gustando tanto el asunto, yo quería que ella me llevara de vuelta a mi mundo, y ella me llevaba a un baño, creo que no nos estabamos entendiendo.


III
Ahí me tenía, mirando mi reflejo en el agua del excusado. De pronto no aguanté más y estallé en llanto. ¿A quién quiero engañar? yo sé que soy un pobre perdedor. Siempre quise ser escritor, nunca funcionó y terminé trabajando en un banco. Estaba claro de que el psicólogo tenía razón, no soy más que el típico hombre moderno. Ya no debía seguir buscando, la respuesta estaba dada. Miré por última vez mi reflejo en el inodoro y, armándome de valor regresé a observar la obra. Ya no veía las cosas del mismo modo. Los actores eran como la gente del público, pero representaban personajes, los únicos controlados ahora. Hubo uno de los personajes que me llamó la atención, el "principito", me recordó a mí. Pero no, yo soy un hombre de 32 años, que tiene mucho más que una flor, y que en este momento necesita una cerveza.
Intenté levantarme de mi puesto, pero no lo conseguí, era como si estuviera pegado al asiento, una voz interna me decía que debía poner atención a lo que los personajes decían. Pero la obra había terminado, sonaban los aplausos y en ellos escuché un mensaje:
"es aquel lugar, que tus ojos abrió, el mismo que un día me encegeció"
Claro, cómo no lo había pensado. Corrí al baño, atestado de gente. Entré a la casilla y miré el agua; estaba brillando. Con un poco de miedo introduje mi mano y saqué a "campanita" de ahí, traía una llave muy grande. La cogí, y leí un mensaje grabada en ella. "Es la llave de tu corazón"
Sin dudarlo, la clavé en mi pecho con fuerza. Sólo sentí un pequeño pinchazo, y algo escurrir por mi pecho.
IV
Abrí mis ojos y había una bella dama mirándome. ¡Rolando! gritó entre lágrimas, yo confundido aún recibí su abrazo, recordando el dolor de mi pecho. Una cicatriz mostraba la anterior presencia de una flecha. De pronto sentí el estruendo del cuerno, era la señal de peligro. Como pude tomé a mi compañera en mis brazos y la llevé a refugiarnos al túnel de la fortaleza, era una suerte que mi padre los hubiese enviado a construir, los romanos nunca descubrirían su existencia.
En el cuello de Adela mi dama, colgaba reluciente una llave dorada teñida de rojo, la tomé y la situé junto a mi cicatriz, y como si fueran piezas de un rompecabezas, se unieron en una.
V
Desperté luego en varios otros lugares, pero a cada cerrar de ojos aparecía en otro sitio. La situación me mareaba, pero en un momento se estabilizó. Estaba en un hospital, la gente aullaba de dolor, y yo sin saber a dónde iba, caminé sin rumbo. Atravesé calles y caminos, la lluvia caía sobre mí, hasta que llegué a una mansión, rejas y puertas se abrieron con mi presencia, y en su interior encontré a un anciano frente a un computador. Lo miré sin reconocer nada en él, pero él muy asombrado, casi aterrado intentó huir, pero sus manos no dejaban de teclear, palabras y más palabras, que nada me decían.
- Tu no puedes estar aquí, eso es imposible.
- No entiendo nada, ¿sería tan amable de explicarme?
- No creo que exista explicación, ni creo que deba dársela a un simple personajucho que inventé en mi juventud, nunca supe que quería que fueras, así que te dejé inconcluso en la carpeta "LOSERS", ahí estabas muy bien y ahí debiste haberte quedado.
- ¿Una carpeta? ¿Soy un archivo de computadora?
- Eras un archivo, porque yo ya no te quería y decidí borrarte. Maldita la hora en que se le metió un virus a esta máquina, el famoso "maravilla" atacó todos mis documentos, y si no lo freno, todos mis personajes se liberaran, y andarán libres por el mundo.
- Genial! por fin existiremos de verdad!
- Tú no lo entiendes, nunca existieron, yo los manejaba, y ahora están fuera de control, tu no sabes qué hacer por ti mismo, ni siquiera tienes instinto, y lo peor es que nunca te terminé, no tienes personalidad, no eres, fuiste mi mayor fracaso.
- Lo sé, lo vi en mi reflejo, en mis ojos vacíos, pero no permitiré que me trate así, aunque no lo crea yo siento, y ahora estoy aquí hablándole, y no es usted quien escribió este guión, no lo puede haber hecho, no se puede haber convertido en un personaje de su propia obra, y se lo demostraré con esta llave que no sé por qué siempre llevo conmigo.
- Ja! sabría que esto ocurriría tarde o temprano, hazlo, pero aunque no me creas, aún tengo control sobre ti, mas que mal, yo te cree, y saliste de mi imaginación.
- Basta de palabras!
Sin saber qué, ni por qué lo hacía, le clavé la llave en el pecho, y todo comenzó a desaparecer.
Cada gota de sangre que caía era algo que desaparecía, y cada latido de su corazón latía más y más lejano. El último sonó como un gran portazo. Mi puerta al fín se cerraba, el tiempo se acabó.
Lo único que había al lado del cadáver del Hombre hallado en las afueras de la ciudad era una llave, que tenía grabada la palabra "Maravilla".